Noticias del español

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| José R. Fortuño
ZONAi (San Juan, Puerto Rico)
Martes, 14 de febrero del 2006

¡NO SE PREOCUPE!, ¡OCÚPESE!

Hay veces que dos grandes significados están representados por dos palabras que se parecen mucho. Hoy nos fijaremos en dos palabras que, de hecho, son familia, pero que su significado para nuestra vida diaria es muy diferente y que muchos de nuestros problemas más comunes provienen de no saber establecer con claridad esa diferencia.


Las dos palabras son: ocuparse y preocuparse.

El diccionario de la Real Academia Española nos ofrece varias definiciones para cada una de estas palabras, pero para el propósito de este artículo, digamos que ocuparse es: «emplearse en un trabajo, ejercicio o tarea; asumir la responsabilidad de un asunto, encargarse de él».

Por otro lado, notemos que el prefijo «pre» denota «con anterioridad», por lo que preocuparse tiene como significado lo que se hace antes de ocuparse. Añade el diccionario, apropiadamente, dicho de algo que ha ocurrido o va a ocurrir: producir intranquilidad, temor, angustia o inquietud.

Dicho de otra manera, cuando nos ocupamos de algo, se emplea, realizamos una tarea, asumimos una responsabilidad, nos encargamos del asunto. Cuando te preocupas, anticipamos, pensamos, y, consecuentemente, nos llenamos de intranquilidad, temor, angustia e inquietud. ¿Ves la diferencia?

Digamos que tenemos que tomar una decisión acerca de un asunto importante. Usualmente, estamos un largo tiempo preocupándonos acerca de ese asunto y de las consecuencias de la decisión que tenemos que tomar, con lo que nuestros nervios se afectan, nos intranquilizamos y angustiamos. Llega el momento de tomar la decisión y, no importa que la misma haya sido la mejor o no, gran parte de la carga de temor e inquietud desaparecen como por arte de magia. ¿Por qué? Porque ahora nos ocupamos, antes nos preocupábamos.

Si busca en su vida diaria encontrará numerosos ejemplos de la diferencia entre preocuparse y ocuparse y de su gran impacto sobre nuestra forma de sentirnos. Pensemos en el jovencito que se retuerce durante días tratando de encontrar las fuerzas para invitar a una chica al baile, preocupándose. Por fin se le acerca a la chica, le hace la proposición y, no importa que le diga sí o no, cae sobre el joven una gran tranquilidad.

Un empleado tiene que pedir un aumento de sueldo y pasa días y noches intranquilo y angustiado por la respuesta que le darán. Está preocupado. Cuando por fin se ocupa y le habla al jefe, su angustia termina. Si le dicen que sí, sale contento; si la respuesta es negativa, ya tiene claro que su única manera de obtener más ingresos será cambiando de trabajo.

Un estudiante tiene un examen importante y pasa noches enteras sin dormir, pensando en qué pasará si no aprueba el examen, preocupándose. Llega el día del examen, se ocupa del asunto y desaparece la causa de su insomnio, sea que aprueba o no.

Muchas personas piensan que preocupándose están haciendo lo correcto. Creen que no preocuparse -o mostrarse preocupado ante todos- es como ser insensible. Nada más falso. Mientras nos preocupamos, no hacemos más que incrementar el desagradable estado de angustia en que nos encontramos. Al mostrarnos muy preocupados ante todos no hacemos más que dar la apariencia de que estamos haciendo algo, pero no estamos haciendo nada positivo.

Si no puedo hacer nada en estos momentos para resolver un problema, ¿de qué me sirve mantener mi mente fijada en dicho problema?

Digamos, por ejemplo, que son las diez de la noche y mañana tengo que ir al banco a solicitar un préstamo. ¿De qué me sirve a esa hora de la noche estar pensando en si me van a decir que sí o que no? ¿Puedo hacer algo, en ese momento, para conseguir el préstamo? Casi invariablemente, lo mejor que puedo hacer a esa hora es dejar de pensar en el asunto y tratar de descansar para estar a las nueve de la mañana en la puerta del banco, que es cuando sí puedo hacer algo.

«Dejar de pensar». Esta es una de las destrezas del pensamiento más ignoradas. Pero lo cierto es que podemos dejar de pensar en algo. Podemos posponer los pensamientos en un asunto para el momento en que podamos ocuparnos realmente del mismo. Requiere tomar decisiones, es decir, ocuparse y no preocuparse.

La próxima vez que le de un ataque de preocupaciones, antes de dejar que la angustia y la intranquilidad le dominen, pregúntese: ¿cuándo puedo hacer algo concreto para resolver este problema, ahora o en otro momento? Si la respuesta es «ahora», deje de preocuparse y haga eso concretamente. Si la respuesta es «en otro momento», decida cuándo será ese momento en que se ocupará del asunto, deje de preocuparse y utilice mejor su tiempo presente.

En todos los casos, deje de preocuparse y ocúpese. Y si no puede ocuparse ahora, decida cuándo será el momento de hacerlo y ponga su mente en asuntos que sí pueda resolver ahora. Sobre todo, a altas horas de la noche, cuando la preocupación no le deje dormir, haga lo que le digo, dese la vuelta y… ¡felices sueños!

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