La XVII edición del Seminario Internacional de Lengua y Periodismo, titulada El lenguaje de las guerras: cómo contar el conflicto, comenzó en San Millán de la Cogolla el lunes 16 de diciembre. La sesión inaugural se inició con la intervención de Miguel Ángel Oliver, vicepresidente de la FundéuRAE y presidente de la Agencia EFE, quien puso en valor la figura del reportero de guerra y la necesidad de usar adecuadamente el lenguaje en un tema tan delicado y complejo, y de José Luis Pérez Pastor, consejero de Cultura, Turismo, Deporte y Juventud de La Rioja y vicepresidente primero de la Fundación San Millán de la Cogolla, que recordó cómo la elección de unas u otras palabras a la hora de hablar del terrorismo, la guerra y el conflicto puede cambiar el mensaje.
En el primer debate, «El lenguaje bélico en la era digital», participaron Gervasio Sánchez, fotógrafo y periodista especializado en zonas de conflicto y colaborador de Heraldo de Aragón; Sara Gómez Armas, delegada en Jerusalén de la Agencia EFE; Mónica García Prieto, reportera de guerra y corresponsal en Oriente Próximo, y Luis de Vega, periodista y reportero gráfico de El País, enviado especial en conflictos de Ucrania y Oriente Próximo. La directora de la FundéuRAE, Olivia Piquero, moderó la mesa.
Todos ellos coincidieron en afirmar que el desarrollo de las redes sociales ha revolucionado la forma de contar las guerras. En este sentido, Mónica García Prieto admitió ser reticente: «En un mundo que cada vez es más complejo, el mensaje está cada vez más simplificado y es más emocional y menos racional». En su opinión, «la información son matices, la información es contexto», por lo que los formatos breves y directos propios de las redes sociales hacen imposible plasmar esa complejidad. Sara Gómez Armas añadió que al público «la información le cansa porque es compleja»; en cambio, «ver un tiktok es fácil».
Si bien es cierto que las redes sociales han conseguido que el periodista disponga de información de primera mano y muy rápida —especialmente útil cuando no puede llegar al centro del conflicto y solo recibe aquello que comparte en ellas la población local—, esta «avalancha» de información tiene una contrapartida. Gómez Armas quiso destacar que la información que se recibe a través de estas plataformas no es ni suficiente ni siempre fiable, por lo que no hay que olvidar cuál es el fin último del periodista, que es ir al centro de la noticia: «Si no vas, no tienes historia». En su opinión, debido a la gran cantidad de información que llena las redes en un conflicto bélico, cobra especial importancia la monitorización constante de las redes sociales con el fin de que los periodistas puedan después filtrar y determinar qué es y qué no es fiable.
Otra de las cuestiones que surgieron en el encuentro fue el periodismo multimedia, tan característico del mundo digital de hoy, en el que los medios de comunicación generan contenido en todos los formatos posibles: audio, vídeo, texto, imagen… Luis de Vega, en concreto, se mostró bastante crítico con este punto: «La posibilidad de hacer muchas cosas a menudo nos lleva a hacerlas mal o de manera superficial o excesivamente rápida». El periodista y reportero gráfico de El País añadió: «Ese contar en directo, ese fast food periodístico, nos aleja de la necesidad de profundizar, de escuchar y de comprender al otro, de detenernos unos minutos sin necesidad de alimentar la línea de directo que prácticamente todos los medios tienen hoy en día en los conflictos».
Igualmente, García Prieto se mostró muy crítica con «los personalismos» que, según ella, fomenta esta era digital: «Lo importante es la información, no el periodista». «Exponerse en las redes forma parte del periodismo de hoy y tiene que ver con la precarización», pues los medios llamarán a quienes más se expongan en la guerra, defendió por su parte Sara Gómez Armas, periodista de la Agencia EFE. En esa línea, García Prieto criticó la mercantilización de la guerra: la lucha por ser el medio más rápido, por ser el más leído, por tener más información que los demás… Eso lleva a una «sobreestimulación» para el público, en opinión de la reportera.
Desde el punto de vista de De Vega, el periodismo ha de recordar que «la viralización de contenidos es algo tremendamente efímero». El hecho de que las imágenes de la violencia de la guerra se multipliquen con el uso de las redes sociales ha provocado que seamos capaces de recordar grandes imágenes históricas del fotoperiodismo, pero incapaces de retener las últimas informaciones sobre las guerras actuales.
Además, los ponentes abordaron el uso partidista del lenguaje que hacen los implicados en un conflicto, que supone una complicación más para el periodista y le obliga a distanciarse de esos términos «que tienen una carga ideológica y de posicionamiento muy grande», en palabras de Sara Gómez Armas. La delegada en Jerusalén de la Agencia EFE subrayó la importancia de que el reportero mantenga su papel de figura observadora y objetiva: «Si yo tengo hechos, tengo datos y tengo fuentes, no hace falta que dé mi opinión».
Por su parte, Gervasio Sánchez dedicó parte de su intervención a citar algunos de los eufemismos a los que se recurre habitualmente en este tipo de conflictos: teatro de operaciones (por guerra), bajas (por muertes), retención (por secuestro) o daños colaterales, esta última, en su opinión, «una forma políticamente correcta que ha sido institucionalizada en el lenguaje militar por parte de todos los protagonistas de las guerras, incluidos los Gobiernos». Destacó que «la manipulación del lenguaje» se convierte incluso en una forma de «deshumanizar» al enemigo y justificar, así, los horrores de la guerra.