Muchos hablantes sienten que, para recoger convenientemente este hecho, el llamado masculino genérico se queda corto. Esto es, que ante una mayoría de ministras lo más adecuado sería hablar de las ministras del Gobierno, englobando con esta denominación a hombres y mujeres, en lugar de hacerlo al revés.
Los sustantivos masculinos no solo se emplean para referirse a los individuos de ese sexo, sino también, en los contextos apropiados, para designar la clase que corresponde a todos los individuos de la especie sin distinción de sexos
La postura académica es clara a este respecto: en español el masculino es el género no marcado, es decir, que «los sustantivos masculinos no solo se emplean para referirse a los individuos de ese sexo, sino también, en los contextos apropiados, para designar la clase que corresponde a todos los individuos de la especie sin distinción de sexos», como en «El león es un animal cuyo hábitat hay que proteger»).
Por eso, el servicio de consultas de la RAE explica que «los alumnos», en masculino, «es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones».
La última Gramática académica ofrece principalmente dos motivos en defensa de este masculino genérico: la economía lingüística (se considera que desdoblar cada apelación en dos géneros es un circunloquio innecesario la mayor parte de las veces) y la concordancia gramatical, que ante el desdoblamiento sistemático pasaría a ser mucho más complicada.
Tampoco parece muy razonable obligar, por ejemplo, al orador de un auditorio a llevar un recuento de los asistentes para saber si la mayoría de ellos son hombres o mujeres y hacer depender su discurso de este número.
Pero la Gramática académica también recoge que el desdoblamiento es una tendencia reciente y creciente, aunque considera que su intensidad es variable. Parece ser más propia de algunos textos periodísticos, de medios oficiales, del lenguaje administrativo o los textos escolares que del habla espontánea que se escucha en las calles de los distintos países del ámbito hispánico.
En la evolución de muchos sustantivos que marcan el género, como los cargos o las profesiones, el proceso más habitual suele ser que aquellos nombres que tradicionalmente eran masculinos pasen a ser comunes y de ahí a tener una forma femenina plena, sobre todo en aquellos que pertenecen a ámbitos a los que la mujer se ha ido incorporando paulatinamente (socio, la socio, socia; juez, la juez, jueza; obispo, la obispo, obispa, y muchos más).
En la Fundéu somos conscientes del poder que tienen las palabras para visibilizar realidades. Por eso, proponemos sistemáticamente las formas en femenino de todos aquellos sustantivos que, sin conculcar las reglas morfológicas, pueden formar su femenino (hemos defendido y difundido formas como pilota, que aún no goza de una aceptación mayoritaria); pero no podemos llegar allí donde la gramática del español, por ahora, no llega.
Esos son los detonantes que empiezan a impulsar un cambio gramatical en una lengua (más lentos, más complicados de alcanzar que cualquier cambio ortográfico o léxico)
No hace mucho, los medios se hacían eco de las palabras del entrenador de la selección femenina de baloncesto. Sus «jugamos contentas, jugamos tranquilas» causaban asombro en los medios: un hombre se incluye en un femenino genérico en una muestra de habla tan espontánea como la de un seleccionador hablando a sus jugadoras. Cuando se le preguntó por ese femenino, respondía con una lógica que para él era aplastante: «¡Pero si son todo mujeres y el único hombre soy yo, que ni siquiera juego!».
En la Fundéu creemos que esos son los detonantes que empiezan a impulsar un cambio gramatical en una lengua (más lentos, más complicados de alcanzar que cualquier cambio ortográfico o léxico). Cuando estos usos se generalicen, cuando la mayoría de los hablantes en su día a día, con naturalidad, entiendan que el femenino es más adecuado que el masculino en algunas situaciones y lo empleen así, estaremos ante un fenómeno mayoritario, este uso del femenino será un consenso tácito en la mente de los hablantes. Y entonces la Gramática académica, notaria de la lengua, previsiblemente registrará que el masculino ya no es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto.
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